El ron cubano no
tiene
secretos
● Breve
recorrido
por su historia
Lucía
Arboláez
• LA
historia del ron cubano es tan
antigua
como la colonización misma, pues
es un
producto extraído de la caña de
azúcar
que trajera a la Isla el
Almirante en su
segundo viaje a este Continente.
Lo que
sigue es conocido, las raíces de
la caña
procedente de Islas Canarias
prendieron
en la virgen y fértil tierra
cubana
donde encontró un microclima
ideal para
crecer, fundamentalmente
alrededor de
las aldeas aborígenes y hatos
mercedados.
Existen muchas versiones sobre
los
orígenes del ron, como la que
desde 1650
en esta área del Caribe había un
ron que
fabricaban los piratas y
corsarios que
merodeaban por la zona y que
denominaron
“rumbillion”.
En
Cuba, en cambio, se cuenta que
con el
exterminio de sus primeros
habitantes,
hacia el siglo XVI, y con la
llegada de
los esclavos negros arrancados
de sus
tierras, continuó la historia.
Se
dice que los esclavos
acostumbraban a
beber lo que llamaron “guarapo”,
obtenido de la fermentación de
la yuca y
el maíz. Luego, pasaron a
extraerle el
jugo a la caña de azúcar, que
una vez
fermentada, daba origen a un
licor
fuerte. El líquido se obtenía a
través
de rudimentarios aparatos, pero
más
tarde se utilizó el trapiche en
ingenios
y centrales; el guarapo se
transformó en
alcoholes y de ellos surgió el
aguardiente.
Apetecido por su transparencia y
agradable olor, destilación tras
destilación vino a surgir el
ron. Pero
no fue hasta el siglo XIX que se
convirtió en una bebida de
calidad y
competente.
Surgen entonces en el país
diversas
destilerías y marcas. Se
construyeron
destilerías en Cárdenas,
Santiago de
Cuba, Cienfuegos y La Habana.
Varias
marcas se impusieron en el
mundo, entre
ellas, las llamadas Matusalén,
Jiquí,
Bocoy, Campeón, Obispo, San
Carlos,
Albuerne, Castillo, Bacardí y
Havana
Club.
La
Bacardí se estableció como la
mejor y
mayor exportadora durante casi
todo el
siglo XIX y parte del XX. Una de
las
principales leyes del Gobierno
revolucionario que triunfó en
1959 fue
la nacionalización de las
grandes
empresas privadas. Los dueños de
la
Bacardí emigraron y, aunque se
llevaron
la marca, no lograron llevarse
ni
obtener en el exterior, el buen
sabor
del ron cubano, “que quedó en
nuestro
suelo, los cañaverales, el
viento, el
sol, las mieles finales, el
alcohol, los
barriles y la herencia del
proceso
tecnológico”, al decir de un
reconocido
escritor de esta nación del
Caribe.
Desde
entonces se reorganizó y amplió
la
industria ronera cubana, surgió
de nuevo
la antigua marca “Havana Club”
—fundada
en Cárdenas en l878— dedicada a
la
exportación, y cuyo emblema es
La
Giraldilla, una estatuilla que
simboliza la ciudad de La
Habana.
A
partir de l993 esta marca se
presenta
bajo la firma franco-cubana
Havana Club
International S.A.—la empresa
francesa
Pernod-Ricard se encarga de su
distribución mundial— y produce
los
Añejos Blanco, Tres Años
Especial,
Reserva siete años y Quince
años, además
de las más jóvenes Cuban Barrel
Proof y
el Extra Añejo Máximo, todos de
gran
aceptación nacional e
internacionalmente.
Durante un buen tiempo Havana
Club
estuvo sola en el mercado
mundial. En la
actualidad, otras marcas cubanas
no
menos importantes han logrado
potenciarse en el mundo, entre
ellas:
Mulata, Caney, Arecha,
Legendario,
Varadero, Santero y Caney.
SU FABRICACION ACTUAL
“Detrás de los secretos de uno
de los
mejores rones del mundo, existe
un
hombre imprescindible, el
maestro del
tiempo y de su universo de
sabores, el
amo y señor de la bodega, el
Maestro
Ronero, que conoce a cada uno de
los
toneles como el pastor a sus
ovejas…”(*).
En
una ocasión, conversando como el
Primer
Maestro Ronero de Havana Club,
José
Navarro, santiaguero de origen,
ingeniero químico de profesión y
quien
ha trabajado en la industria
ronera de
nuestro país desde muy joven,
nos habló
de su trabajo y afirmó que en el
ron
cubano no había secreto alguno
en su
fabricación, que su calidad no
se debe a
una fórmula bien guardada en
caja
fuerte, sino solamente a “una
cultura
heredada y transmitida de
generación en
generación, de cubano a cubano,
de
corazón a corazón...”.
Cuba
parece tener el don de la caña
de azúcar
y del ron, pues esta gramínea
crece de
manera admirable en nuestra
tierra y la
melaza que se le extrae, es de
una
calidad única, con una
microflora
natural que hace de nuestro
aguardiente
algo verdaderamente especial,
enfatizó
Navarro.
Luego
de enumerar las diversas etapas
por las
que se pasa para llegar al ron,
destacó
el aporte que hace el hombre,
principalmente en la figura del
Maestro
Ronero.
Alto
especialista en su trabajo, José
Navarro
reconoce los valores de sus
compañeros y
señala que estos no sólo poseen
elevados
conocimientos técnicos, además
de ser
capaces de identificar y
seleccionar las
materias primas, así como hacer
diseños
de equipos e introducir mejoras
tecnológicas, manteniendo en
cada acción
la calidad histórica de los
rones
nacionales sin esencias ni
artificios.
Éste
identifica paso a paso el ron,
cada
etapa del proceso de elaboración
hasta
llegar a la mezcla final,
realizada con
toda la creatividad que nace de
su
identidad, cultura y mestizaje…
Al
Maestro Ronero en Cuba
preferimos
llamarle Maestro del ron cubano,
ya que
esta categoría implica una
identificación permanente y
directa con
la herencia y cultura ronera en
nuestro
país, concluyó. •
(*)
Historia del ron cubano
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