17 Mayo 2010 5
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■Silvio envió
este artículo hace varios días al diario El País, de España. Según él
comentó a
Cubadebate, “hoy por la mañana recibí la siguiente respuesta de El País:
‘Recibido. Un saludo’ y después un machón oficial que dice que
están en su derecho cambiar y reducir los artículos no solicitados, etc,
etc.
Yo creo que hice bien en darle otro camino”. Y aquí está.
Un grupo de
artistas y escritores españoles ha lanzado una plataforma para
democratizar a
Cuba. Y cuando un cubano opina diferente, decretan que sus argumentos
son
cortinas de humo de la dictadura que padece y lo comparan con los
franquistas.
Pero los dioses parecen haberles castigado. Porque, precisamente por
haberse
atrevido a investigar los crímenes del franquismo, el Consejo General
del Poder
Judicial acaba de suspender al juez Baltasar Garzón de la Audiencia
Nacional
de España. Esta sentencia es un golpe durísimo a una democracia desde la
que se
pretende juzgar o mandar a juzgar los supuestos defectos ajenos, pero
ojo con
quien toque a los propios.
El veto a Garzón,
considerado un héroe, ocurre en el mismo país que hace pocos años dio al
mundo
una verdadera lección de democracia, al votar contra el partido
gobernante que
los metió en una guerra injusta, haciendo oídos sordos a enormes
manifestaciones populares. Personalmente no me explico cómo estas
personalidades
han llegado a la conclusión de que la política hacia Cuba debe ser la
del
aislamiento y el bloqueo. Es como si desconocieran que hace medio siglo
esa
misma política no ha logrado mover ni un milímetro la determinación de
la
mayoría de los cubanos.
Por otra parte, los
cubanos también queremos cambios, pero consensuados por nosotros. Esas
transformaciones ocurrirán más temprano o más tarde y la única política
capaz
de acelerarlas es el fin del bloqueo. Todo lo que se nos haga con asedio
y
presiones no podremos considerarlo a nuestro favor, sino como un insulto
a
nuestra autodeterminación, una injerencia inadmisible en nuestras vidas.
Tantas
agresiones y amenazas nos han enseñado que la supervivencia pasa por una
sociedad orgánica, íntegra, indivisible. Así hemos salido airosos de
embates
artificiales y naturales. Pero sabemos que somos el resultado de un
apremio,
por vivir acosados. No creemos en un gobierno centralizado para siempre.
Más
bien solemos verlo como un concepto de emergencia, un mal necesario que
el
camino de la emancipación nacional nos ha impuesto para sobrevivir. El
fin del
bloqueo nos despejará profundamente, creando condiciones para que
avancemos
también en el concepto democrático. Subrayo que no quiero decir que sólo
sin el
bloqueo seremos más democráticos, sino que estoy seguro de que así lo
conseguiremos más pronto.
La flamante
plataforma propone aislar aún más a Cuba y agravar nuestra ya precaria
economía. Pretende convencer al mundo de que la asfixia resolverá
nuestros
problemas. Su hipotético éxito significaría mucho más sufrimiento para
nuestro
pueblo, que lleva medio siglo enfrentando todo tipo de dificultades.
Nuestra
larga experiencia en “propuestas” foráneas nos dice que esta acción
no es más que un nuevo artilugio para obligarnos a hacer lo que otros
consideran que debemos hacer. Partiendo de que se trata de personas bien
intencionadas, no sé cómo no entienden la ofensa de pretender que nos
volvamos
como ellos, con las reservas que despiertan esas democracias de
banqueros ladrones
y ejércitos ocupantes. Para colmo, cuando respondemos que no estamos de
acuerdo, pretenden negarnos el derecho a que se nos escuche, porque todo
lo que
no razone como ellos -dicen- viene contaminado de dictadura.
Capitaneados por un
gran escritor peruano con un largo historial reaccionario, ciertos
intelectuales españoles han decidido gastar más horas elucubrando cómo
hacernos
daño que investigando hasta qué punto viven en una democracia. Algunos
parecen
más preocupados por Orlando Zapata -un hombre que tuvo el valor de
escoger su
propia muerte y enfrentarla-, que de los más de cien mil españoles
asesinados
en la era de Franco. Es triste ver lo poco que les interesa profundizar
en la
realidad cubana, cuando sus conclusiones son las mismas que las de los
peores
enemigos de nuestra dignidad. Por eso acabo admitiendo que esta página
efectivamente es una cortina, no de humo pero sí de albahaca, contra la
fetidez
de su pretendida salvación.
Silvio Rodríguez
Domínguez,
La Habana, 15 de mayo, 2010.
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