Momentos en que Alicia Alonso y su compañia saluda al público español.
15.11.11 - 00:08
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MARÍA LUISA MARTÍN-HORGA
Una merecida ovación del público que llenaba la sala Argenta del Palacio de Festivales despidió al elenco de 'La Cenicienta' del Ballet Nacional de Cuba. Los bailarines de esta compañía mostraron, una vez más en Cantabria, el valor de su escuela de ballet que tan grandes artistas ha dado.
Anette Delgado, en el papel protagonista, estuvo perfecta desde el inicio hasta el final. Es una bailarina dulce y expresiva que afronta las más exigentes demandas técnicas con una sencillez que dejan perplejo. Por ejemplo, ataca una pirueta de cuatro vueltas con un impulso tan delicado que resulta difícil de creer la perfección de su ejecución. Pero sus proezas acrobáticas llegan al máximo en el final de la obra con sus fouettés cambiando el eje por cuartos y de diagonal. Sin embargo, lo mejor de esta bailarina es su credibilidad escénica, esa facilidad y fluidez de movimiento que adereza con un halo de candidez y humildad fascinantes. Con todo lo dicho, resulta una Cenicienta excepcional. Sorprendentes son también la claridad y precisión técnica de Dani Hernández como Gustav, príncipe heredero, y la elegancia de líneas de Sadaise Arencibia como Rava, Hada de la Justicia.
En los papeles cómicos, Aymara Vasallo y Jessie Domínguez muestran desparpajo y velocidad. Es destacable lo bien que saben bailar sus excéntricos papeles las hermanastras y sus parejas de baile, Alfredo Ibáñez y Yanier Gómez. Leandro Pérez como Leontyne, madrastra de Greta, continúa con la tradición rusa de representar a la madrastra, excluida en las producciones británicas, pero asumiendo un papel travestido como el que impusiera Ashton para las hermanastras en el Royal Ballet.
La propuesta de Consuegra es ligera y benévola, en una obra que potencia el humor pero que no se aparta, en general, del argumento del cuento. La coreografía narra, ilustrando la música y sin pretensiones rompedoras o enredados análisis psicológicos de los personajes, la historia de una niña redimida por el baile. El ballet, presentado en un envoltorio digno, pero sencillo, es el auténtico protagonista. La compañía muestra, una vez más, que lo más importante en danza es el baile y los bailarines. En esta colorista versión del cuento no encontramos lujosas carrozas, ni fastuosos efectos lumínicos, pero sí ingeniosos mecanismos para imaginarlos y disfrutarlos. La compañía cubana baila con pasión y Cenicienta, el milagro de la chica pobre que triunfó en el baile, parece un guiño propicio a la historia del ballet en Cuba.
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