viernes, 28 de febrero de 2014

Salvador Cisneros Betancourt, el marqués mambí

Lucha por la independencia de Cuba-obra
Obra de Osvaldo García dedicada a la independencia de Cuba. 
En el centenario de su muerte, un homenaje al prócer camagüeyano que nunca cejó en su lucha por la total emancipación de Cuba...
Pedro Antonio García
28/02/2014
La historia de Cuba no se asemeja a un oeste del Hollywood de los años 30, en los que sabemos que John Wayne es el héroe porque va en un potro blanco; y Anthony Quinn, el indio malvado porque monta un corcel negro.

En nuestra historia, los hombres muchas veces cabalgan en caballos grises. No pretendamos, por tanto, convertir en un héroe o en un villano del celuloide a Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucía, con título nobiliario reconocido, haciendas y fortuna.

Contradictorio como pocos, fue injusto y escrutador, analítico y arbitrario, tan temperamental como enérgico e indoblegable.

Mas allá de sus prejuicios y desaciertos, no debemos olvidar que conservó los arrestos revolucionarios cuando los de su clase, perdida la fe en la capacidad de los cubanos, se refugiaron en el autonomismo capitulador o en el anexionismo anticubano.

Ni tampoco debemos relegar al olvido su intransigente oposición a la Enmienda Platt, al arrendamiento de bases navales, a todo tipo de injerencia extranjera.
DE ARISTÓCRATA A INSURRECTO

Salvador Escolástico Cisneros y Betancourt nació el 10 de febrero de 1828 en Puerto Príncipe, hoy ciudad de Camagüey, dentro de una clase señorial habituada a la seda suntuosa y al holán fino, la propiedad de seres humanos y la conminación, incluso de hombres libres que dependían económicamente de ella.

Como fue el único varón de los dos matrimonios de su padre, heredó el título de marqués de Santa Lucía. Y abandonó fortuna, hacienda y marquesado por la independencia de Cuba.

Según propia confesión, Cisneros estuvo involucrado en la conspiración de Joaquín de Agüero (1851). En los quince siguientes años aparentemente se mantuvo alejado de las lides políticas, hasta que apareció entre los fundadores de la llamada Junta Revolucionaria del Camagüey.

En representación de los independentistas de su provincia, el marqués contactó con Perucho Figueredo y los patriotas bayameses y asistió a las reuniones conspirativas de San Miguel de Rompe (4 de agosto de 1868) y la hacienda Muñoz (1 de septiembre siguiente).

Fue uno de los organizadores del alzamiento del paso del río Las Clavellinas, el 4 de noviembre de 1868, a unos 13 kilómetros de Puerto Príncipe, en el camino hacia Nuevitas, acción que sumó a Camagüey a la Guerra del 68. Cisneros permaneció en la capital provincial hasta el siguiente día.

Al conocer su inminente detención por las autoridades colonialistas, abandonó la ciudad en su quitrín y cabalgando en los caballos del carruaje, acompañado de su calesero, escapó por el cauce del río Juan del Toro, protegido por las sombras de la noche, y se incorporó a las tropas insurrectas.

Delegado de los camagüeyanos a la Asamblea de Guáimaro (10 de abril de 1869), resultó elegido presidente de la Cámara de Representantes de la República de Cuba en Armas, primero, y luego como presidente interino de esa República, tras la deposición de Céspedes (27 de octubre de 1873). El 29 de junio de 1875 renunció a este cargo ante la presión de los amotinados en Laguna de Varona. No aceptó el Pacto del Zanjón.

En 1895 acudió al llamado del Partido Revolucionario Cubano con el mismo ímpetu de tres décadas atrás. “Los preparativos de Martí, muchos o pocos, los encontraré suficientes para lanzarme a la campaña”, dijo a quienes querían justificar con la pobreza material de los mambises su abstención en la guerra necesaria.

En la Asamblea de Jimaguayú, volvieron a elegirle presidente del gobierno mambí.

CONTRA EL YANQUI

Cuando en 1898, con el pretexto de la voladura del Maine, los Estados Unidos desembarcaron sus tropas en Santiago de Cuba, Cisneros fue uno de los pocos en el campo mambí que desconfió de la ayuda del vecino poderoso. Llegó incluso a predecir que tal intervención amenazaba la independencia de Cuba.

Sus críticas a las autoridades militares norteamericanas durante la ocupación yanqui (1899-1902) se hicieron asiduas. Escribía en 1900: “No solamente actúan muy a menudo como conquistadores en tierra conquistada (sino que) han resuelto siempre en contra del pueblo de Cuba y a favor de aventureros”.

Sus denuncias públicas a los fraudes de los miembros del Gobierno Militar de ocupación en las dependencias de Correos, en la construcción del ferrocarril de Tiscornia y en la Aduana; lo convirtieron en persona no grata para Washington.

Elegido para la Constituyente de 1901, devino junto con Juan Gualberto Gómez en el principal crítico contra la Enmienda Platt y propuso a sus compañeros rechazarla totalmente ya que al aceptarla, Cuba “no tendrá soberanía, ni Independencia absoluta, ni será República”.

Electo senador, denunció en el parlamento, en la prensa y la tribuna pública, toda clase de injerencia foránea. Aunque no estuvo de acuerdo con la táctica del Partido de los Independientes de Color, defendió el derecho a existir de esa organización y repudió los asesinatos de sus militantes.

En los años que le restaron de vida consideró su misión, “y la de todo buen cubano”, la lucha contra la Enmienda Platt. Con 85 años ya cumplidos (1913) expresó: “A pesar de mi avanzada edad, creo tener espíritu bastante para ver a Cuba completamente soberana, absolutamente independiente y dueña de sus destinos”.

Pero la vida no le alcanzó. Falleció en La Habana el 28 de febrero de 1914.

Pedro Antonio García
Periodista de la Revista Bohemia

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