martes, 22 de abril de 2014

Cienfuegos… nuestra perla

En su aniversario 195, Cienfuegos sigue siendo una de las ciudades más esplendorosas del país.



Vista aérea del parque Martí, en Cienfuegos.
Cienfuegos es una ciudad linda. Así, sin tanta rimbombancia, la definieron desde la primera vez mis ojos. Así me continúa pareciendo hoy, tiempo después de aquella visita: una ciudad linda de calles anchas y gente noble que un montón de años atrás fundaron los franceses.


Un olor a mar limpio inunda los espacios y se cuela en las entrañas sin remedio, sin que descubra uno a ciencia cierta cómo evitarlo. Y es que Cienfuegos es una ciudad de mar, con su apacible Muelle Real, inspiración para poetas y soñadores, para chistes y abrazos, para crónicas y recuerdos, donde en mágicas noches de faroles encendidos la gente se enamora y ríe, contempla el mar… y a ratos también sueña.



Andar Cienfuegos es verdaderamente como iniciar una aventura a través del tiempo. Elegantes construcciones, paseos, calles, museos, plazas… se conjugan perfectamente con playas de extraña belleza y paisajes naturales para dar vida así a una ciudad de ensueños.

No. No estoy deslumbrada ante sus “luces”, solo que Cienfuegos se me antoja a veces una urbe mágica, con puestas de sol espectaculares y espléndidos portalones que le mantienen un aire señorial de otras épocas. Distinguida por su Parque Martí, donde se levanta el único Arco de Triunfo en Cuba, y en cuyo entorno se ubican, entre otras edificaciones de alto valor, la Catedral de Nuestra Señora de la Purísima Concepción; y el teatro Tomás Terry, uno de los tres más importantes de la Isla en el siglo XIX.

¡Ah! Pero también está su extenso Paseo del Prado que se extiende desde la entrada de la ciudad hasta el malecón y colorea de emociones diversas el trayecto de unos dos kilómetros. A través de él se llega de modo fácil y rápido a Punta Gorda y La Punta, animada zona donde está enclavada, además, la edificación considerada por muchos como la más emblemática de Cienfuegos: el Palacio de Valle.

Allí, en esa provincia de la costa sur de Cuba, nació Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, el Bárbaro del Ritmo, el Sonero Mayor o sencillamente el Benny, ese grande de la música cubana que marcó pautas con su sonoridad y nos dejó un legado imborrable.

Y aunque no es precisamente Cienfuegos “la ciudad que más me gusta a mí” —como cantaba el Benny— cada vez que la respiro me contagia con una mezcla extraña de tradiciones y amor, de unos enormes deseos de volver siempre, una y otra vez, para disfrutar de sus parques y calles, de sus casas y su gente, de su historia ancestral y primigenia, de su Muelle Real, de su olor a mar, de sus luces de “perla cubana”.

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