jueves, 24 de abril de 2014

Elegía al porvenir en puntas

La gala inaugural del XX Encuentro Internacional de Academias de Ballet contó con el estreno del joven Eduardo Blanco, quien dio una grata sorpresa a los espectadores...

INSPIRADOS POR EL PRESTIGIO DE LA ESCUELA CUBANA

Ovaciones, vivas y bravos premiaron los momentos de clímax  de la gala inaugural del XX Encuentro Internacional de Academias de Ballet, presidida por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros y miembro del Buró Político del Comité Central del Partido.

Efectuada en la sala Avellaneda del Teatro Nacional, la gala fue dedicada a Los Cinco Héroes, en cuyo nombre, Mirta Rodríguez, madre de Antonio Guerrero, hizo una alocución planteando lo injusto de la condena a los antiterroristas cubanos, condenados por defender a la Patria de las arteras maniobras imperialistas.

PRELUDIO DE GRANDES MOMENTOS

Momentos antes de abrirse el telón fue inaugurada una muestra de artes visuales en el vestíbulo del teatro, con obras alusivas a las temáticas del evento, en una diversidad de soportes, desde la fotografía, hasta la escultura en materiales tan antagónicos como el metal y el papel, con una fuerza expresiva impactante que sintetiza emociones, sentimientos, ilusiones y transmutaciones, a partir de creadores que denotan maestría al resumir escenas, pasos o momentos evocadores de la inolvidable Alicia Willi de Alberto Valladares, el orfebre que hace danzar sus personajes.

Ocurre un relámpago de virtuosismo gráfico en las fotos que inmortalizan lo irrepetible en jóvenes y consagrados, al igual que en las obras de los profesores de la academia de artes visuales San Alejandro, con un arte tan depurado que suscitan el diálogo con el espectador.

A TELÓN ABIERTO EMERGE EL ARTE DEL FUTURO

El estreno del joven Eduardo Blanco se convirtió en un  espectáculo que sorprendió y hasta deslumbró a los espectadores: el desfile coreográfico, una especie de juego escénico balletístico, en el cual la sucesión de generaciones fue recreada por los alumnos de más corta edad quienes parecían jugar a los escondidos en un baile impetuoso, donde refulgía una pequeñita, capaz de ejecutar una breve ronda de fouettés.

Y sorpresivamente, la niñita reaparecía como un reflejo dorado entre las evoluciones coreográficas de niños que rondaban la adolescencia. Y así fue recreado un conjunto de reminiscencias de pasajes de clásicos, como el pas de six de El Lago de los cisnes, con un desempeño cercano a lo increíble por muchachas y muchachos que colmaron de lirismo aquellos instantes que precedieron el encuentro de la princesa transformada en cisne con el príncipe, aunque los protagonistas permanecieron ocultos en los predios de un lago soñado.

Majísimo llegó íntegramente a la escena interpretado por jóvenes muy cercanos a su graduación, quienes supieron incorporar al lenguaje clásico los acentos hispánicos requeridos por esta obra que forma parte del repertorio del Ballet Nacional de Cuba y de otras compañías del mundo.

Los jovencísimos asumieron momentos tan complejos como las variaciones de la protagonista, con el alarde técnico, de precisión que le permite dibujar en escena las frases plenas de gracia española, al igual que la diagonal de fouettés, que le sigue, con el ritmo vertiginoso de la partitura en una secuencia magistral.

Luego llegaron los personajes que identifican momentos cumbres en la ejecución de los clásicos de la era romántica y así surgió la variación masculina del tercer acto  de El mercader y la esclava, en un derroche de recursos balletísticos que permitió avizorar un gran bailarín.

El final se tradujo en una coreografía donde irrumpió la cubana, a partir del danzón, en un estreno mundial de Eduardo Blanco, donde otros ritmos se enlazaron y surgió una fusión restallante de alegría y color desbordante de júbilo, donde se unieron los jóvenes e invitados. Parecía como si hubiera amanecido en ola Avellaneda, con un sol radiante del júbilo que emana de este pueblo, dueño de su destino.

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