EL PLAN BUSH CONTRA CUBA
Introducción
La publicación del Informe de la
llamada “Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre”, anunciada para
el presente año, había sido dilatada desde el pasado 20 de mayo, fecha
en que originalmente se previó su entrega a Bush.
Finalmente, el 10 de julio, se dio a
conocer de forma oficial el Informe mediante una breve declaración
escrita del presidente Bush y su presentación ante la prensa por los
co-presidentes de la Comisión, la Secretaria de Estado, Condoleezza
Rice, y el Secretario de Comercio, Carlos Gutiérrez, así como el llamado
“coordinador para la transición en Cuba” del Departamento de Estado,
Caleb McCarry. Dos días más tarde, el 12 de julio, McCarry fue a rendir
cuenta a los representantes de la mafia cubana de Miami, antes quienes
presentó formalmente este informe.
El Informe del 2006 no sustituye ni
modifica el Plan del 2004. Por el contrario lo toma como base y lo
enriquece, adicionando medidas que refuerzan la política de guerra
económica contra Cuba, incorporan nuevas fuerzas para lograr el
derrocamiento de la Revolución e incrementan de manera significativa el
financiamiento directo e indirecto a la subversión interna. Todas las
medidas incluidas en el 2004 mantienen plena vigencia.
La existencia de recomendaciones en un
anexo secreto alegando razones de Seguridad Nacional y para “lograr su
efectiva realización” es una nueva particularidad de este Informe. Su
mayor importancia radica en el hecho de que tales recomendaciones están
referidas específicamente al Capítulo 1 dirigido a precipitar el
derrocamiento del Gobierno revolucionario.
El Plan está basado en el estricto
cumplimiento de lo establecido en la Ley Helms-Burton, la que señala que
el bloqueo se mantendría después del hipotético triunfo de la
contrarrevolución, hasta tanto se cumplan un grupo de requisitos, cuyo
principal reclamo es que “se registren progresos palpables en el proceso
de devolución de las propiedades” a los antiguos explotadores (Sección
206) llegando incluso a señalar que la liquidación de este asunto es
“condición indispensable para el pleno restablecimiento de las
relaciones económicas y diplomáticas” (Sección 207) entre ambos países.
El segundo Informe fue elaborado sobre
la base de las recomendaciones del Plan del 2004 y consta solamente de
93 páginas, organizadas en los siguientes siete capítulos:
•Capítulo 1: “Acelerar el fin de la
dictadura de Castro: Transición, no sucesión”.
•Capítulo 2: “Ayudar a
los cubanos a responder a necesidades humanitarias y sociales
críticas”.
•Capítulo 3: “Ayudar a los cubanos a lograr elecciones
libres y justas”.
•Capítulo 4: “Ayudar a los cubanos a crear
oportunidades económicas basadas en el mercado”.
•Capítulo 5: “El
papel de la comunidad internacional”.
•Capítulo 6: “El papel vital de
los cubanos en el exterior”.
•Capítulo 7: “Prepararse ahora para
apoyar la transición”.
En la confección del Plan Bush
participaron más de 100 funcionarios de 17 departamentos y agencias
federales.
Al igual que en 2004, el primer
capítulo del Informe enuncia la estrategia y las medidas específicas que
la Comisión recomienda aplicar de inmediato para precipitar el
derrocamiento de nuestro Gobierno.
Capítulo 1: “Acelerar el fin de la
dictadura de Castro: Transición, no sucesión”.
Se argumenta la necesidad de elaborar
este Informe debido a los cambios ocurridos dentro y fuera de Cuba. A lo
interno, se mencionan el supuesto mayor activismo de la
contrarrevolución, así como el desaliento y el desencanto de nuestro
pueblo respecto a la Revolución.
A lo externo, se acusa a Cuba de
utilizar el apoyo económico de Venezuela para promover la “subversión”
de los “gobiernos democráticos” en el Hemisferio para lograr la
continuidad de la Revolución y que resulta imperativo evitar el éxito de
la estrategia de sucesión cubana “mediante el apoyo de gobiernos
similares en particular Venezuela” que permitan contrarrestar las
acciones norteamericanas.
El objetivo del gobierno de EE.UU. es
evitar la continuidad del gobierno revolucionario por lo que las medidas
de este capítulo ratifican el Plan en su totalidad, es decir:
•Fortalecer la contrarrevolución
interna e intensificar la propaganda contra nuestro pueblo.
•Diseñar una estrategia para lograr el
apoyo de la comunidad internacional a los esfuerzos del gobierno de
EE.UU. por evitar la continuidad de la Revolución.
•Intensificar el bloqueo y las medidas
de asfixia económica contra Cuba.
Precisamente en este capítulo se
plantea que muchas de las medidas concebidas contra Cuba permanecerán
clasificadas, alegándose “razones de seguridad nacional” y la necesidad
de garantizar “su efectiva aplicación”.
Las medidas anunciadas en el Capítulo 1
pueden ser agrupadas en ocho categorías, a saber:
1) Aumento del financiamiento a la
subversión interna y las campañas propagandísticas contra Cuba. Se crea
el “Fondo Cuba para un Futuro Democrático”, al cual se asignan 80
millones de USD, a ser provistos en dos años, que se desglosan como
sigue: 31 millones de USD para apoyar a la contrarrevolución interna y
crear una “sociedad civil” al estilo norteamericano; 10 millones de USD
para becas y cursos de entrenamiento en universidades de los EE.UU. y
terceros países a individuos seleccionados por la contrarrevolución
interna; 24 millones de USD para la propaganda contra nuestro pueblo,
incluida a través de Internet; y 15 millones de USD en apoyo a los
esfuerzos internacionales para la subversión contra Cuba y la
“planificación de la transición” al capitalismo neocolonial en nuestro
país. Además, recomienda otorgar cada año no menos de 20 millones de USD
para financiar la subversión contra nuestro gobierno revolucionario,
mientras este exista.
2) Incremento de la guerra radio
electrónica contra Cuba. Propone financiar las transmisiones de TV
“Martí” hacia Cuba por vía satélite, suministrar equipamiento a la
contrarrevolución interna para recepcionar transmisiones
internacionales, expandir las transmisiones contrarrevolucionarias hacia
Cuba desde terceros países, diseñar programas especiales hacia la
juventud cubana y celebrar reuniones trimestrales entre agencias del
gobierno de los EE.UU. para coordinar la estrategia sobre estas
transmisiones. Aunque el Informe no menciona a Radio “Martí”, estas
trasmisiones continuarán de acuerdo con la guerra radio electrónica que
mantiene el gobierno de los EE.UU. contra Cuba.
3) Ofensiva para que gobiernos y ONG de
terceros países, así como determinados organismos internacionales se
sumen a la política de los Estados Unidos contra Cuba. El segundo
Informe hace énfasis en la necesidad que tiene el gobierno de los EE.UU.
de ampliar el consenso internacional en torno a su política contra
Cuba, por medio del desarrollo de una “campaña de propaganda y
desinformación”.
Para ello se proponen crear una
coalición de países para apoyar el “cambio de régimen” en nuestro país y
establecer compromisos bilaterales con países de Europa y América
Latina para sumarlos a esa política.
Establecen una distinción entre países
amigos de Cuba que apoyen la continuidad de la Revolución, como
Venezuela e Irán, y los aliados de EE.UU. que respalden el regreso al
capitalismo. Estimulan la presentación de casos contra nuestro gobierno
en la OEA, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la
Organización Internacional del Trabajo (OIT).
4) Recrudecimiento
del bloqueo a través de medidas dirigidas a ejercer una mayor presión
económica y financiera sobre Cuba. Entre las medidas se destacan:
-Establecimiento de nuevos mecanismos
entre las agencias del gobierno de los Estados Unidos para perfeccionar
la implementación de las regulaciones del bloqueo y la adopción de
sanciones contra los violadores, incluyendo el enjuiciamiento penal.
-Prohibición del envío directo de
remesas a través de instituciones establecidas en terceros países.
-Prohibición de las ventas de equipos
médicos que sean destinados a programas para extranjeros, con el
objetivo de entorpecer los programas de la Revolución para ofrecer
servicios médicos a otros pueblos del Mundo, tanto en Cuba como en el
exterior, como por ejemplo la labor de la Brigada Henry Reeve y la
Operación Milagro.
-Establecimiento de un órgano
conformado por distintas agencias norteamericanas, la Fuerza de Tarea
Interagencia del Níquel Cubano, para incrementar el control sobre las
importaciones de productos que puedan contener níquel cubano y
desalentar el comercio internacional de níquel y cobalto cubanos, con lo
cual reconocen el potencial y la importancia alcanzados por esta
actividad económica en nuestro país.
-Prohibición de la exportación de
artículos humanitarios por “organizaciones controladas” como el Consejo
de Iglesias de Cuba.
-Mayor persecución contra las
operaciones comerciales cubanas a través de otras compañías y contra las
transacciones financieras de Cuba, sumando a otros países y entidades
internacionales en este esfuerzo.
5) Aplicación de los Títulos III y IV
de la Ley Helms-Burton. Aplicar el Título III de la Ley Helms Burton,
que permite entablar demandas en tribunales norteamericanos, contra los
inversionistas extranjeros de aquellos países que apoyen la continuidad
de la Revolución en Cuba. Respecto al Título IV, que niega visas para
viajar a EE.UU. a ejecutivos de compañías y sus familiares, establecen
su aplicación más rigurosa a empresarios que invierten en sectores
estratégicos para nuestro país como son la perforación y extracción de
petróleo, el turismo, el níquel, el ron y el tabaco.
6) Medidas contra funcionarios del
Gobierno cubano, entre ellas:
-Elaborar una Lista de Esbirros, que
facilite el “ajuste de cuentas” que anhelan tras el derrocamiento de la
Revolución, y en la cual incluirían a quienes consideren que han
participado en acciones para neutralizar a la contrarrevolución interna,
establecen así, la represión masiva y generalizada de los
revolucionarios. Los incluidos en esta Lista la que aclaran que podía
ser larga, estarían descalificados para recibir visas de entrada a los
EE.UU., y se les negarían los “beneficios” de residencia permanente en
los EE.UU. que garantiza la Ley de Ajuste Cubano.
-También se proponen enviar a INTERPOL
los nombres de los funcionarios cubanos que ellos vinculan al derribo en
1996 de las avionetas de la organización contrarrevolucionaria
“Hermanos al Rescate”.
7) Acciones para evitar la continuidad
del gobierno revolucionario en nuestro país, a través de campañas de
opinión pública y desinformación proyectar la imagen de que ha llegado
el momento del “cambio” en Cuba y por tanto es necesario acelerar los
esfuerzos para el derrocamiento de nuestra Revolución.
8) Temas migratorios. El informe
manipula a la emigración cubana como una fuerza a ser priorizada por el
gobierno de los EE.UU. para lograr el regreso al capitalismo. Acusa
cínicamente a Cuba de violar sus compromisos con los Acuerdos
Migratorios y recomienda hacer esfuerzos diplomáticos para “notificar”
al Gobierno cubano sobre sus supuestos “incumplimientos” de estos
acuerdos y su “interferencia” en la política migratoria norteamericana.
En sus capítulos 2, 3 y 4 el Informe
retoma muchos de los elementos expuestos en el “Plan de 2004”, que se
refieren a los pasos que el gobierno de los EE.UU. daría para intervenir
directamente en el proceso revolucionario cubano, con el objetivo de
desmantelar el sistema económico, político y social de Cuba y crear las
condiciones necesarias para facilitar el sometimiento y la anexión de
nuestro país.
Capítulo 2: “Ayudar a los cubanos a
responder a las necesidades humanitarias y sociales críticas”.
Se centra en seis temas esenciales de
los cuales teóricamente se ocuparía el gobierno contrarrevolucionario
para el desmantelamiento de la Revolución y el regreso al capitalismo:
el abastecimiento de agua y los servicios de sanidad; la salud y
nutrición; la seguridad alimentaría; la vivienda; la protección de
sectores poblacionales vulnerables; y la educación.
Este capítulo niega los logros sociales
alcanzados por la Revolución en beneficio del pueblo y acusa a nuestro
gobierno de no dar respuesta a las necesidades humanitarias más
importantes de la población, afirmando que esta situación no cambiará
mientras exista el gobierno revolucionario.
Reconocen que la “transición” al
capitalismo generaría pobreza, desplazamientos poblacionales y, por
consiguiente, problemas de alimentación, sanidad y salud, y traspasa a
las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) e iglesias gran parte de las
responsabilidades que actualmente tiene el Estado socialista en el
aseguramiento de los servicios básicos.
Además, consciente de la “crisis
humanitaria” que la “ocupación” provocaría, este capítulo declara la
supuesta “disposición” del gobierno de los EE.UU. a brindar su “ayuda”
en estas esferas, algo que no es capaz de garantizar a una parte
significativa de su propia población, como demuestra el abandono a su
propia suerte de los miles de víctimas del huracán Katrina.
Como muestra de su desprecio total
hacia los avances de Cuba en materia de salud, el Informe reitera que
los EE.UU. ayudarán al “gobierno títere” a “desarrollar campañas de
vacunación, controlar la inmunización permanente de todos los niños y la
de los menores de cinco años que no hayan sido vacunados”.
En la esfera de la seguridad
alimentaría, previendo el caos que sobrevendrá durante la “ocupación”,
el Capítulo 2 asegura que los EE.UU. brindarían ayuda para “suministrar
al sistema escolar suplementos nutritivos para los niños, a fin de
mantener una dieta adecuada mientras el gobierno contrarrevolucionario
estabiliza el sistema de salud pública”.
En lo que respecta a la educación, otra
vez, en previsión de la situación anárquica que reinaría en el país, el
Informe repite que los EE.UU. ayudarán al gobierno instaurado por ellos
a mantener las escuelas abiertas y a que los estudiantes permanezcan en
el sistema escolar”, así como a “asegurar que las instalaciones y los
servicios educacionales estén disponibles para la mayor cantidad posible
de personas”.
Por último, como muestra del dominio
que los EE.UU. pretenden ejercer, el Informe plantea que el gobierno
norteamericano se compromete a “organizar grupos de maestros voluntarios
del exterior”, así como sustituir los libros de texto existentes con el
apoyo de donantes y editores extranjeros, en particular de países
miembros de la OEA. Con esto evidencian la intención de eliminar el
actual sistema estatal de educación y todos los impresionantes avances
alcanzados por nuestro país en esta esfera.
Capítulo 3: “Ayudar a los cubanos a
obtener elecciones libres y justas”.
Este acápite no oculta que el primer
objetivo que los EE.UU. tratarán de alcanzar durante la ocupación es el
desmantelamiento del sistema político socialista y, en primer lugar, del
PCC, lo que se considera un requisito indispensable para asegurar la
posterior dominación del país en todos los órdenes.
En este sentido, se afirma abiertamente
que el nuevo gobierno deberá concentrar sus esfuerzos, como máxima
prioridad, en la organización de “elecciones multipartidistas” y “no
sobrecargarse con otras tareas relacionadas con el desarrollo y
crecimiento de la sociedad cubana”.
Se establecen una serie de
precondiciones para que los EE.UU. den cualquier tipo de ayuda en este
proceso, entre las cuales sobresalen la liberación de los
contrarrevolucionarios sancionados y la eliminación del papel que la
Constitución le confiere al PCC, como fuerza dirigente de la sociedad y
el Estado.
El Informe reitera que los EE.UU.
ayudarán al nuevo gobierno a modificar las leyes, regulaciones y
políticas e identificar aquellas que deben ser revocadas o enmendadas.
Por último, este capítulo menciona
también la asistencia técnica y material que los EE.UU. brindarían para
el regreso de la prensa capitalista, que represente y defienda sus
intereses.
Capítulo 4: “Ayudar a los cubanos a
crear oportunidades económicas basadas en el mercado”.
Se refiere esencialmente a las medidas
que adoptaría el gobierno neocolonial con el apoyo de los EE.UU. para
lograr la “estabilidad macroeconómica” capitalista, la “integración en
el sistema comercial y financiero internacional” subordinada a los
dictados económicos de los EE.UU., la restauración del capitalismo en
Cuba, y el supuesto papel de este gobierno en apoyo a los “derechos
laborales, de propiedad, a la agricultura e infraestructura”.
Desacredita en su totalidad a la
economía socialista cubana y crea ilusas expectativas sobre los
supuestos “beneficios” que conllevaría la sumisión a los postulados de
dominación económica y financiera de Washington.
Reconoce que los “cambios” económicos
causarían “ansiedad” y serían “duros”, al mismo tiempo que pretende
fundamentar una supuesta aptitud del pueblo cubano para la economía
capitalista, prometiendo que las transformaciones propuestas
garantizarán empleo y crecimiento económico, y generarán mayor inversión
extranjera e ingresos turísticos.
Por otro lado, el Informe recuerda que
tiene reservadas para Cuba recetas de ajuste neoliberal, al condicionar
la normalización de las relaciones crediticias con el exterior a la
aceptación de un programa del FMI, y anunciar que cualquier tratamiento
serio de la deuda externa cubana requeriría una aprobación del Congreso
de los EE.UU. Asimismo, promete trabajarían con los aliados en la
consecución de acuerdos de libre comercio con Cuba.
En resumen, se proponen destruir las
bases y la organización de nuestra economía, que garantizan el sustento y
desarrollo de nuestro pueblo, dando lugar a la privatización, el caos y
el control de la economía por el gobierno de los EE.UU., mediante la
Comisión que presidirán para la Reconstrucción Económica.
En cuanto a los derechos de propiedad,
el Informe pretende tranquilizar al plantear que no habrá “expulsiones
arbitrarias”, aunque recordando que el gobierno neocolonial adoptará
“decisiones sobre las propiedades confiscadas”, en las cuales tendrá en
cuenta los intereses de los expropiados y de la contrarrevolución en el
exterior. De igual forma devolverían a sus antiguos dueños todas las
propiedades con los consiguientes desalojos bajo la supervisión y
control del gobierno de EE.UU. mediante la Comisión presidida por ellos
para la devolución de las propiedades.
En la esfera de la agricultura, también
se proponen proceder a la devolución de las tierras y eliminar la
“interferencia del Estado” para dar lugar al regreso de los latifundios.
En lo que respecta a la
infraestructura, niegan los enormes resultados alcanzados por nuestro
país en su mejoría y plantean cínicamente que el gobierno de los EE.UU.
trabajaría por “estabilizar la situación eléctrica lo antes posible”
para demostrar al pueblo cubano “que les espera una vida mejor”.
Las supuestas “mejoras” en la
infraestructura que proponen, estarían subordinadas a los intereses del
gobierno de los EE.UU. y de sus aliados contrarrevolucionarios, y entre
las “soluciones” que ofrecen, mencionan la creación de un grupo de
donantes “Amigos de Cuba Libre” y la creación de un “ferry” Florida-La
Habana para “aliviar” los problemas en esta esfera.
Entre los problemas que deberán ser
resueltos a más largo plazo por el gobierno contrarrevolucionario, el
Informe numera:
-El “papel de los militares en la
economía”.
-La reconciliación de los cubanos “de
adentro y de afuera” en materia de “derechos de propiedad”.
-La conveniencia de que los cubanos en
el exterior regresen e inviertan en la “nueva” Cuba.
El Informe reconoce la complejidad que
representaría para el gobierno contrarrevolucionario la solución de
estos obstáculos a los planes de dominación yanqui.
Capítulo 5: “El papel de la comunidad
internacional”.
El Informe dedica un capítulo
específico a este tema, asignando un mayor papel a la comunidad
internacional en los planes de los EE.UU. para asistir al gobierno
contrarrevolucionario en el desmantelamiento del socialismo en Cuba.
El contenido de este acápite confirma
que intentan arreciar las presiones para que gobiernos de terceros
países y organizaciones no gubernamentales e internacionales se sumen a
la política de “cambio de régimen” en Cuba, y trabajen con el gobierno
de los EE.UU.
Para dar respuesta a las “necesidades
humanitarias y sociales” que reconocen se crearían ante la añorada
imposición en Cuba de un gobierno contrarrevolucionario, incluyen en su
mandato las siguientes organizaciones e instituciones internacionales:
-Abastecimiento de agua y la sanidad
pública (Organización Panamericana de la Salud-OPS y UNICEF).
-Salud y nutrición (Oficina de NN.UU.
para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, UNICEF, Programa Mundial
de Alimentos, OPS, Cruz Roja Internacional y organizaciones cubanas
independientes).
-Seguridad alimentaria (anteriores más
FAO).
-Refugio (Alto Comisionado de NN.UU.
para Refugiados, Organización Internacional para la Migración, Oficina
de NN.UU. para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, Comité
Internacional de la Cruz Roja, Hábitat ONU, PNUD, OPS y Banco Caribeño
de Desarrollo).
-Educación (PNUD, UNESCO, Unión
Europea, OEA).
Para lograr las “elecciones”
manipuladas por el gobierno de los EE.UU. y que permitan “legitimar” al
gobierno contrarrevolucionario ante la comunidad internacional, proponen
la “asistencia técnica internacional” organizada por ellos
También se refieren a los planes de
“reforma de los servicios militar y de seguridad” y de “lucha contra los
narcóticos y el terrorismo”, para lo cual promoverían el regreso de
Cuba como miembro del ministerio de colonias, o sea la OEA.
El paso de la economía de mercado sería
impuesta por el gobierno de los EE.UU. mediante la injerencia abierta
de las instituciones financieras internacionales controladas por ellos
(FMI, Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la OEA).
Para “garantizar” los derechos de
propiedad y el “restablecimiento de los títulos de propiedad”, acudirían
también a la asistencia internacional.
Se establecería una “conferencia de
donantes internacionales” para la “asistencia a corto plazo en materia
de renovación y desarrollo de la infraestructura”.
Capítulo 6: “El papel vital de los
cubanos en el exterior”.
Este capítulo es nuevo, aunque en el
Informe de 2004 se mencionaron algunos de los temas aquí abordados.
El Plan Bush diseña un grupo de medidas
que deberán ser tomadas para que, en el momento de la restauración
neocolonial, la contrarrevolución cubana radicada en el exterior pueda
“ayudar” al gobierno impuesto en Cuba, en áreas como:
-Informática, infraestructura,
investigación y know-how, préstamos e inversiones capitales.
-Salud y nutrición, a través de los
servicios de médicos y enfermeras calificados, y especialistas en
desastres.
-Seguridad alimentaria, agua y sanidad.
-Servicios de educación, como parte de
los cuales se prevé invitar a maestros en el exterior de origen cubano y
administradores para que trabajen de manera voluntaria “en apoyo” a los
maestros cubanos y administren los sistemas de educación primaria y
secundaria durante la transición, como prueba del total desprecio por
los impresionantes resultados obtenidos por nuestro sistema de
educación.
-Organización de las “elecciones”
impuestas por el gobierno de los EE.UU.
-Apoyar la campaña
contrarrevolucionaria sobre las “violaciones de los derechos humanos”
supuestamente cometidas en Cuba.
-Mantener e incrementar las remesas
familiares como fuente importante de ingresos para el gobierno
contrarrevolucionario.
-Establecer nuevas instituciones
financieras o dar asistencia a instituciones radicadas en los EE.UU.
para que creen nuevas dependencias en Cuba, que canalicen fondos en
apoyo al gobierno contrarrevolucionario.
Igualmente, se sugiere que durante este
período debido a la complejidad del asunto de la devolución de
propiedades es necesario esperar a que se afiance primero el gobierno
impuesto para proceder según establece la Helms-Burton y dar lugar
entonces a la “devolución” de las propiedades a batistianos y burgueses
expropiados por la Revolución.
Capítulo 7: “Prepararse ahora para
apoyar la transición”.
Este capítulo se refiere a las acciones
que desarrolla actualmente el gobierno de los EE.UU. para destruir la
Revolución, abiertas o encubiertas.
Confirma que este Informe da
continuidad al anterior y que con él no concluyen los esfuerzos del
gobierno de los EE.UU. para forzar el derrocamiento de la Revolución en
Cuba, sino que los mismos proseguirán en el futuro. El “Plan Bush”
propone involucrar más a la comunidad internacional, de inmediato, en la
fase de “planificación” de las acciones para alcanzar ese objetivo.
En el Informe se califican de decisivos
los primeros 6 meses del nuevo gobierno que instalen y las medidas que
adopte en ese período, lo que evidencia la intención del gobierno de
EE.UU. de acometer acciones de emergencia que garanticen el cumplimiento
posterior de sus planes de dominio sobre Cuba.
Las recomendaciones propuestas en este
capítulo incluyen fortalecer el papel del Gobernador para Cuba
(“Coordinador para la Transición”), Caleb McCarry, quien promovería el
financiamiento y el apoyo al plan entre la contrarrevolución
cubanoamericana y los donantes internacionales, en su calidad de
burócrata interventor designado por el gobierno de los EE.UU., figura
similar a la que impusieron en el Irak ocupado.
La ofensiva de la Administración Bush
para promover la “contrarrevolución desde ahora incluiría el testimonio
ante el Congreso de figuras de alto rango del gobierno de EE.UU.,
quienes explicarían los esfuerzos que desarrollan ante el órgano
legislativo.
También recomienda coordinar entre las
agencias gubernamentales norteamericanas y las organizaciones
internacionales la supuesta “ayuda humanitaria” que ofrecerían durante
la transición.
Por último, establece pasos inmediatos
que adoptaría el gobierno contrarrevolucionario durante la etapa de
restauración del gobierno neocolonial, para “revisar” la situación de
los prisioneros, la ley electoral, el sistema judicial penal, la policía
y el entrenamiento de los jueces y fiscales con un marcado propósito de
desmantelar de inmediato el sistema de justicia revolucionario y
liberar a los elementos contrarrevolucionarios durante la primera etapa
que reconocen que sería “potencialmente caótica”.
Consideraciones
La publicación del Plan Bush se da en
el contexto de la frustración de la Administración Bush ante el fracaso
de las medidas anteriores que no lograron sus propósitos: de destruir la
Revolución, acabar con todos los avances socio-económicos alcanzados,
privarnos de la independencia y soberanía, restaurar el capitalismo y
perpetuar la dominación yanqui sobre la nación cubana.
El texto publicado ahora no se aparta
ni un milímetro del Plan Bush. Todo lo contrario. Comienza por precisar
que lo ratifica, saluda los supuestos éxitos que ha tenido su aplicación
y sobre esa “sólida base” anuncia “medidas adicionales” para
“precipitar” el fin de la Revolución cubana.
Las medidas contenidas en el anexo
secreto son sumamente peligrosas y constituyen un mensaje nada
disimulado de anunciarnos más ataques terroristas, nuevos intentos de
asesinatos contra dirigentes de la Revolución e incluso la agresión
militar.
Las medidas propuestas para acelerar la
destrucción de la Revolución, contenidas en el Plan Bush implican un
mayor recrudecimiento del bloqueo, un aumento significativo del
financiamiento a la subversión, más guerra propagandística, de
desinformación, y mayores intentos para internacionalizar la política
contra Cuba, todo ello con el claro objetivo de provocar la
desestabilización interna y lograr el respaldo internacional a su
intervención militar directa.
Las medidas que este nuevo Informe
propone para recrudecer el bloqueo están dirigidas a golpear a Cuba en
esferas económicas en las que ha experimentado avances y a neutralizar
básicamente su influencia en América Latina derivada de los programas de
asistencia médica que desarrolla en dicha región.
Los fondos aprobados en este Informe
para financiar la subversión, implicarían un incremento sustancial con
respecto al Informe del 2004. Recuérdese que no se incluye en esta cifra
lo que se canaliza por vía encubierta tal como lo posibilita la Ley
Helms-Burton en su Sección 115, las cuales probablemente puedan
encontrarse en el anexo secreto.
En lo que se refiere a los capítulos
del 2 al 4, aparentemente se utiliza un lenguaje más cuidadoso,
sofisticado y edulcorado, con la intención de confundir, ante el rechazo
causado por la forma burda en que el primer Informe manipuló e ignoró
la realidad cubana, por lo cual recibió críticas provenientes de todas
partes, incluyendo aquellos que no simpatizan con la Revolución.
El Plan Bush, haciéndose eco de la
Estrategia de Seguridad Nacional de 2006 de los EE.UU., incorpora el
criterio de la supuesta amenaza regional que Cuba representa al socavar
los intereses de los EE.UU. en el Hemisferio.
Las reiteradas menciones que aparecen
en este Informe al factor desestabilizador que constituye para la región
la alianza política entre Cuba y Venezuela y a que el Gobierno cubano
constituye una amenaza a la seguridad de los ciudadanos norteamericanos
son argumentos que una vez avalados por el presidente Bush pasarían a
formar parte de la sustentación política para emprender cualquier
agresión contra Cuba y Venezuela.
El Plan Bush para la anexión de Cuba
establece la proyección de la política que seguirá esta Administración
en lo que le resta de mandato, o sea hasta enero de 2009, ratificando su
determinación a forzar un “cambio de régimen”, que se disfraza bajo el
engañoso concepto de promover la transición a la democracia, que no es
más que un eufemismo para ocultar su objetivo histórico de destruir la
Revolución y restablecer su dominio sobre Cuba.
ARTÍCULOS DE RICARDO ALARCÓN
PUBLICADOS
EN EL PERIÓDICO GRANMA
Crónica de una guerra anunciada
"Porque nada hay encubierto, que no
haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse".
(S. Lucas
12.2)
Por Ricardo Alarcón de Quesada
Tomado
del periódico Granma,
5 de julio del 2006
El 20 de mayo del 2004, con pompa y
fanfarria, George W. Bush anunció su Plan para la anexión de Cuba. El
interminable engendro —más de 450 páginas— provocó una andanada de
críticas provenientes de todas partes.
Ante todo, del pueblo cubano, a quien
se le amenaza con el exterminio y con la liquidación de su nación. Cuba,
según dice con todas las letras el siniestro Plan, simplemente
desaparecería, dejaría de existir. Repasemos rápidamente lo que
sucedería aquí si llegara a aplicarse lo que Bush aprobó:
• Devolución a sus antiguos dueños de
todas las propiedades, incluidas todas las viviendas de las que millones
de familias serían desalojadas, en menos de un año y bajo la
supervisión y el control del gobierno norteamericano mediante la
Comisión del gobierno de Estados Unidos para la Devolución de
Propiedades.
• Se privatizarían completamente todos
los aspectos de la economía incluyendo la educación y los servicios de
salud; serían disueltas todas las cooperativas y restaurados los viejos
latifundios; eliminarían la seguridad y asistencia social incluyendo
todas las pensiones y retiros, y organizarían para los ancianos un
programa especial de obras públicas que los emplearía mientras su estado
de salud se los permita; se aplicarían rigurosamente las pautas del
neoliberalismo más crudo. De todo esto se encargaría otro aparato
gubernamental yanki, el Comité Permanente del gobierno de Estados Unidos
para la Reconstrucción Económica.
• Como llevar a cabo lo que antecede
encontraría la tenaz e invencible resistencia del pueblo ("no será
fácil", reconoció Bush en el mentado documento), darían la máxima
prioridad a la represión masiva y generalizada: contra todos los
militantes del Partido, todos los miembros de las organizaciones
sociales y de masas y también "otros simpatizantes del Gobierno", según
afirma el texto que advierte (¿hacía falta?) que "la lista —de las
víctimas de la represión— será larga". De esto igualmente se ocuparía
directamente el gobierno de Estados Unidos con un aparato represivo
"organizado y dirigido por el Departamento de Estado".
• La dirección de este programa estaría
en manos de un burócrata designado por Bush con el pomposo cargo de
"Coordinador para la transición y reconstrucción de Cuba", una especie
de interventor y Gobernador General para la Isla como lo fuera hace más
de un siglo el General Leonard Wood. Tendría las mismas funciones
—incluso igual título— que las que desempeñó el señor Brenner en el Iraq
destrozado e invadido. Solo que en el caso de Cuba el Coordinador ya
fue designado, un tal Caleb McCarry, quien ha visitado algunos países
europeos para recibir desvergonzada complicidad. Su anticipada
designación fue presentada por el propio Bush como prueba de que su Plan
contra Cuba y los cubanos va en serio, no se queda en las palabras.
• El Plan Bush incluyó también medidas
específicas contra los cubanoamericanos, a quienes se les restringió
drásticamente los vínculos con sus familiares en Cuba, se les eliminó la
licencia general para visitarlos y se les impuso la discriminatoria
limitación de solo poder hacerlo una vez cada tres años si les otorgan
un permiso especial para ello y todo dentro de la cruel y arbitraria
redefinición del concepto de familia, del cual quedan excluidos los
tíos, sobrinos, primos y otros parientes.
Para alcanzar su meta, el Gobierno
norteamericano intensificaría sus acciones para poner fin a la
Revolución cubana siguiendo tres líneas fundamentales: un bloqueo
económico cada vez más riguroso, el aumento del financiamiento y el
apoyo material a los grupúsculos mercenarios internos y una siempre
creciente campaña de propaganda y desinformación.
Cualquiera sabe que ese empeño por
derrocar a un gobierno de otro país, cambiar su régimen político,
económico y social y someterlo a su dominio es un escandaloso ultraje a
la legalidad internacional solo concebible en gente con mentalidad
fascista.
Es tan obvio el carácter ilegal y
agresivo del Plan Bush, tal su delirante desmesura, que fue objetado
abiertamente hasta por entidades e individuos que son adversarios de la
Revolución cubana y defensores de las políticas e intereses
imperialistas. Ese fue el caso de algunos miembros del llamado Diálogo
interamericano —incluyendo a conocidos enemigos de Cuba— que emitieron
una carta pública rechazando ese Plan porque ven en él un llamado a la
guerra y la violencia. Hubo quien lo calificó de "aterrorizante" y como
"lo más explosivo en las relaciones entre Estados Unidos y América
Latina en los últimos 50 años".
Bush consiguió algo que es el sueño de
cualquier político norteamericano: unir el más amplio frente, desde la
izquierda hasta la derecha. Solo que esta vez coincidían para criticarlo
a él y a su endemoniado Plan.
Pero él contaba con algo a su favor. La
misma prensa, los famosos medios de comunicación que lo acompañaron en
mayo del 2004 y se hicieron eco de su show publicitario, supieron
después guardar hermético, disciplinado silencio durante el resto de ese
año y después. Algo que era "lo más explosivo" en medio siglo,
sencillamente desapareció de la atención de los "informadores". El tema,
simplemente, dejó de existir. Y así fue durante año y medio. Hasta
diciembre del 2005.
De pronto, sin venir al caso, cuando ya
todos habían olvidado el asunto, se anunció desde Washington que iban a
emitir otro Informe sobre Cuba en mayo del 2006.
Se multiplicaron las especulaciones.
Hubo incluso, entre los políticos y académicos que desde la derecha
criticaron las barbaridades simplonas del Plan Bush, quienes imaginaron
la posibilidad de una rectificación.
Llegó el 20 de mayo del 2006. Se
inquietaron los medios y preguntaron. Pero nada sucedió ese día ni en
los días y semanas siguientes. Los voceros oficiales respondieron con
evasivas a las indagaciones de los periodistas. Hasta que unos y otros,
una vez más, olvidaron el asunto.
Llegó la tercera semana del pasado
junio y de modo extraño, sigilosamente, apareció en el sitio en Internet
del Departamento de Estado fechado 06/20/2006. Pero, al parecer, nadie
lo vio. Transcurrió una semana en la que voceros e informadores
guardaron silencio total. Hasta que algunos medios de Miami y ciertas
agencias noticiosas "descubrieron" lo que decidieron bautizar como
"borrador". Curiosamente el hallazgo se produjo al mismo tiempo. Y no en
cualquier momento, sino precisamente cuando comenzaba el más prolongado
feriado de Estados Unidos que se extendería hasta el martes 4 de julio.
Como para que la información fuera sepultada en medio de los fuegos
artificiales, la retórica patriotera y las ventas especiales en sus
centros comerciales con los que allá suelen recordar el aniversario de
la Independencia.
El texto publicado ahora no se aparta
ni un milímetro del Plan Bush. Todo lo contrario. Comienza por precisar
que lo ratifica, saluda los supuestos éxitos que ha tenido su aplicación
y sobre esa "sólida base" anuncia "medidas adicionales" para "acelerar"
el fin de la Revolución cubana.
Esas medidas merecen ser analizadas y
me propongo hacerlo más adelante.
Pero hay algo que exige la denuncia más
enérgica y urgente. Algo absolutamente insólito.
Antes de exponer las "medidas
adicionales", las que hace públicas, el Informe dice que existen otras
contenidas en un anexo que permanece secreto por "razones de seguridad
nacional" y para asegurar su "efectiva realización".
Después de haber divulgado todo lo que
han divulgado —decenas de millones de dólares más para sus mercenarios,
nuevas restricciones económicas y acciones ilegales contra el comercio
internacional y la soberanía de Cuba y de otras naciones, castigos
adicionales para los cubanos y para ciudadanos de otros países— y de
haber hecho público hace ya más de dos años su Plan en que hasta el más
mínimo detalle describe su intención de recolonizar a Cuba, después de
todo eso, ¿qué es lo que a estas alturas tienen que ocultar con el
máximo secreto? ¿Qué esconden por razones de "seguridad nacional y
efectiva realización"?
¿Más ataques terroristas? ¿Nuevos
intentos de asesinato contra Fidel? ¿La agresión militar? Tratándose de
Bush y sus compinches cualquier cosa es posible.
El Mein Kampf
de Bush
Por Ricardo Alarcón de Quesada
Tomado
del periódico Granma,
13 de julio de 2006
"Porque no hay nada oculto que no haya
de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz". (S.
Marcos, 4. 22)
No exagera un ápice Tom Crumpacker (*)
al comparar el Plan anexionista de Bush con el Mein Kampf de Hitler.
Son, efectivamente, los únicos ejemplos disponibles de planes para
subyugar a una nación anunciados públicamente.
Coinciden, además, en su carácter
genocida y racista. En mi anterior artículo sobre este tema recordaba
que el Plan Bush, si fuera realizado, liquidaría a Cuba, la nación, pero
también esclavizaría a los cubanos hasta el exterminio. Esa fue la
experiencia que sufrieron millones de personas en los países europeos
ocupados por las hordas hitlerianas.
El bloqueo contra Cuba es, sin duda, un
crimen de genocidio. Ha sido eso desde el primer día y lo es hoy. A esa
definición corresponde exactamente una política que se propone "causar
hambre y desesperación", como consta en documentos oficiales de 1959 y
1960 finalmente desclasificados. El Plan del 2004 y las medidas
adicionales que aprobó Bush el pasado lunes, tratan de aumentar el
sufrimiento de todos los cubanos. Pero aspiran a ir más allá. El
discípulo de Hitler, como su maestro, no reconoce fronteras.
El bloqueo, concebido inicialmente y
aplicado así durante casi medio siglo, para afectar gravemente a Cuba y a
todos sus ciudadanos, quiere desbordarse ahora para caer, como un
látigo, sobre cualquier otro país y sobre cualquier otro pueblo del
Tercer Mundo.
KATRINA PARA TODOS
Entre las nuevas medidas están las que
buscan dañar la colaboración médica cubana con otros países. Quieren,
específicamente, impedir los servicios que aquí se ofrecen a miles de
pacientes que han sido curados de catarata u otras afecciones oculares y
han recuperado la visión, o reciben esos beneficios en sus propios
países; tratan de frustrar la formación en Cuba de miles de jóvenes que
estudian Medicina y otras carreras; y se empeñan igualmente para
sabotear las misiones que nuestros médicos, técnicos y enfermeros
realizan en el exterior. Bush se imagina capaz de acabar con la
Operación Milagro, con la Brigada Internacionalista Henry Reeve, con la
ELAM.
Desde luego que "del dicho al hecho hay
un gran trecho". O adaptando para la ocasión otro refrán popular, "una
cosa piensa Bush y otra el bodeguero". Pero, independientemente de que
pueda alcanzarlo o no, está entre las cosas que él acaba de aprobar,
entre las porquerías que viene de anunciar.
Eso es lo que proclama, en las páginas
31 y 32, del documento que aprobó el 10 de julio: "negar toda
exportación" relacionada con equipos médicos que puedan ser usados en
"programas médicos en gran escala para pacientes extranjeros" o en
"instituciones de asistencia extranjeras".
Tal propósito implica, irónicamente, el
reconocimiento de una realidad cada vez más difícil de ocultar: el
hermoso despliegue del internacionalismo y la solidaridad humana del que
son testigos millones de personas desde Paquistán e Indonesia,
atravesando África y el Caribe, hasta los Andes y Centro américa.
Ni el imperio arrogante, ni ninguno de
sus acólitos en otros países capitalistas, pueden mostrar nada que se
parezca, siquiera remotamente, a ese ejemplo de genuina cooperación
internacional, de verdadera lucha por la vida y los derechos más
elementales de millones de seres humanos. Ninguno de aquellos es capaz
de hacer lo que esta Isla pequeña, agredida y hostigada.
Causa indignación que aún haya miles de
víctimas del huracán Katrina en Louisiana, Mississippi y Alabama
reclamando ayuda, no son pocos los que fueron desplazados y viven como
refugiados en su propio país, muchos los que murieron sin protección ni
asistencia que Bush impidió se las diera esa misma Brigada Henry Reeve
que ahora quiere destruir, miles los niños desaparecidos y miles los
padres que aún los buscan. Nueva Orleans y el Katrina quedarán para
siempre como símbolos de la inhumanidad intrínseca al capitalismo. El
"recen y váyanse" de Bush, resumen de su torpe insensibilidad, lo
perseguirá hasta el infierno.
Que Bush, como Hitler, desprecia a los
pobres y a los negros de Estados Unidos, que le importa un bledo si
mueren abandonados, eso ya se sabe. Pero ahora sabemos también porque
acaba de reconocerlo abiertamente, que su odio alcanza también a todos
los pobres, a todos los indios, a todos los negros y mestizos de este
mundo. Urge detenerlo y derrotarlo.
Crumpacker recuerda que cuando el Mein
Kampf fue publicado en 1924, muchos europeos sencillamente lo ignoraron.
Quince años después sobre ellos cayó su peor tragedia.
La historia no debe repetirse.
La situación ahora es peor. Bush tiene
armas que no conoció su maestro. Cuando elaboró su infame panfleto,
Hitler estaba en prisión. Su pupilo, anda suelto. No hay tiempo que
perder.
....................
(*) Planning for the Re-Colonization of
Cuba, tomado de Internet. Tom Crumpacker vive en Austin, Texas, es
miembro de la Coalición de Miami para poner fin al bloqueo
norteamericano contra Cuba.
El mein kampf de Bush y la bella
durmiente
Por Ricardo Alarcón de Quesada
Tomado
de Granma Digital
18 de julio de 2006
EL 10 de julio de 2006 Bush aprobó
"medidas adicionales" contra Cuba algunas de las cuales apuntan
directamente a quienes comercian con la Isla o tienen inversiones aquí.
Entre ellas reitera la posibilidad de iniciar los juicios previstos en
el Título III de la Ley Helms-Burton para algunos países selectivamente
—por el lenguaje empleado parece que amagan con empezar por Venezuela
pero nadie sabe lo que ocurrirá una vez que destapen la Caja de Pandora—
y anuncia que "aplicarán vigorosamente" el Título IV "enfocando
especialmente su aplicación" precisamente en aquellos sectores donde
están más involucrados los europeos.
Cuando en 1996 Estados Unidos promulgó
la Ley Helms-Burton hubo protestas en Europa. Calificaron el texto
norteamericano como extraterritorial y contrario a las normas relativas
al comercio internacional. Pero no condenaron su carácter genocida e
intervencionista, ni su propósito de acabar con la independencia y
soberanía de Cuba y de someterla a un régimen de servidumbre y completa
dominación.
A la Unión Europea nada más le
molestaban algunos aspectos de aquella Ley que afectaban sus propios
intereses. Por eso protestó solamente por los Títulos III y IV del
adefesio legislativo.
El primero otorga una autoridad
completamente ilegal a los tribunales norteamericanos para emprender
juicios, a partir de reclamaciones presentadas por supuestos ex dueños
de propiedades nacionalizadas por la Revolución, contra cualquier
persona que las utilice ahora de cualquier manera, y el otro niega visas
de entrada a Estados Unidos a quienes inviertan en Cuba, prohibición
que extienden también a sus cónyuges e hijos y de la cual han sido
objeto ya personas de diversas nacionalidades.
Sobre el resto, la parte más grave y
extensa del documento, Europa no emitió sonido alguno. De esos capítulos
no habló sencillamente porque los gobiernos europeos, de un modo u
otro, eran cómplices de la política anticubana de Washington.
Se vieron obligados a criticar
parcialmente la Ley por la presión de la opinión pública y sobre todo
por la de los empresarios del Viejo Continente cuyos vínculos económicos
y comerciales con Cuba, enteramente legítimos, encaran sanciones
ilegales y burdas amenazas del gobierno de Estados Unidos.
La Unión Europea presentó entonces una
demanda oficial contra Washington ante la Organización Mundial de
Comercio. Quien revise la prensa de hace diez años encontrará fácilmente
centenares de artículos, declaraciones e informaciones sobre esa
demanda. Algunos hablaban de una inminente guerra comercial. Parecía que
se iba a acabar el mundo.
Pero también la prensa reportaba
diariamente las frecuentes reuniones de los representantes de ambas
partes: Stuart Eizenstat y Leon Britan. Cuando el primero no visitaba al
otro en Bruselas, este se desplazaba para encontrarlo en Washington.
Sus convites eran reflejados en los medios informativos casi con el
mismo interés con que tratan a las más notorias parejas de la farándula.
Finalmente se pusieron de acuerdo y lo
anunciaron a bombo y platillo: la Unión Europea retiraba su demanda ante
la OMC y declaraba además que seguiría apoyando los intentos
norteamericanos para subvertir a la sociedad cubana. Por su parte la
Administración en Washington no emplearía contra ella los mentados
títulos III y IV y se comprometía a gestionar ante su Parlamento las
enmiendas necesarias para modificar a ese respecto la Ley Helms-Burton.
El ofrecimiento norteamericano era, por
cierto, ridículo. La sustancia del Título III es la amenaza de entablar
pleitos ante sus tribunales federales cuyo número pudiera ser de tal
magnitud que caotizaría el sistema judicial como advirtió a tiempo el
propio gobierno norteamericano. Es por esa razón, y no por ninguna otra,
que la misma Ley Helms-Burton dio la autoridad al presidente para
suspender por seis meses el derecho a promover tales procesos, algo que
Clinton hizo desde el instante que promulgó la Ley —mucho antes del
primer gemido europeo— y que siguió haciéndolo, él y Bush, y ya lo han
hecho veinte veces. Estados Unidos le "daba" a Europa lo que ya se había
dado a sí mismo, y por su propio interés, desde el primer día.
En otras palabras, después de tanto
alboroto, Europa se contentaba con una insulsa promesa y a cambio ella
era la única que actuaba y para hacer exactamente lo que le ordenaban.
Han pasado diez años. Ni la
administración Clinton ni la de Bush en ningún momento, de cualquier
forma, directa o indirecta, han hecho gestión alguna para cumplir lo que
habían prometido solemnemente. Ni siquiera han intentado simularlo.
Sencillamente no hicieron nada. Absolutamente nada.
Y no lo hicieron porque su interlocutor
tampoco recordaba el supuesto compromiso. Europa dejó transcurrir diez
años sin parpadear aunque Washington no cumplía su promesa. Peor aún.
Nunca reaccionó, durante ese periodo, cuando los norteamericanos
castigaron arbitrariamente a empresas europeas al amparo de una Ley que
sigue intacta. Europa, en profunda quietud, dormía.
¿Por qué debería respetar su compromiso
Estados Unidos si sabe que siempre puede contar con los servicios de la
obediente, disciplinada Unión Europea?
Más aún, cada vez que lo considera
oportuno, el gobierno norteamericano agradece públicamente la
cooperación europea en la realización de sus planes anticubanos.
Cooperación tan generosa y desinteresada que no ha sido afectada por las
repetidas violaciones a su soberanía y a los derechos de sus empresas y
sus ciudadanos. Nada perturba su plácido sueño.
Llegó el mes de mayo del 2004. Con gran
fanfarria Bush puso en vigor su Plan en el que, en fiel acatamiento de
la Ley Helms-Burton, describe hasta el detalle el genocidio que imagina
podrá realizar con Cuba y los cubanos. El Plan Bush contiene también
nuevas medidas para recrudecer la guerra económica que nos impone.
Y entre esas medidas hay muchas
específicamente referidas a otros países que incluyen a los miembros de
la Unión Europea. Ni una palabra de modificar la Ley Helms-Burton.
Muchas —casi 500 páginas— para repetir hasta el cansancio que la
impondrán con todo rigor. Entre otras numerosas acciones Bush amenazó
con permitir los juicios previstos en el Título III y anunció el
reforzamiento del aparato burocrático encargado de ejecutar las
sanciones que contempla el IV.
Pasaron otros dos años completos.
Llegamos a julio del 2006. La Unión Europea guarda silencio. Ninguna
Cancillería ha susurrado siquiera una palabra.
Hasta ahora nadie en Europa se ha dado
por enterado.
Pedirles que condenen el plan secreto
para atacar a la Revolución, las nuevas y aun más crueles restricciones a
las familias cubanas, las estúpidas y criminales prohibiciones contra
sus Iglesias, los desvergonzados intentos por socavar la Operación
Milagro y los servicios de salud que salvan la vida de millones, sería,
seguramente, pedirles demasiado.
¿Pero lo es acaso sugerirles que
defiendan los intereses de sus propios ciudadanos? ¿Recordarles, con el
debido respeto, aquel papel que suscribió el caballero Britan con su
inseparable amigo? Probablemente no valga la pena.
Quizás sea más práctico no perturbar el
sueño de la Bella Durmiente.
En eso de pactar con los fascistas, de
dejarles las manos libres, hay bastante experiencia allende el
Atlántico. Pero también la hay, dolorosamente, de las consecuencias. No
son pocos, por suerte, quienes aún recuerdan a Munich y Chamberlain y su
paraguas y todo el horror que vino después.
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