domingo, 4 de marzo de 2012

Legendario buque Santísima Trinidad retorna a La Habana en miniatura


Legendario buque Santísima Trinidad retorna a La Habana en miniatura
FotosPL/Emilio Herrera

La Habana, 3 mar (PL) Manos de artífices habaneros concluyeron aquí una reproducción en miniatura del célebre buque Santísima Trinidad y reflotaron de esa manera, en el mismo puerto de su nacimiento, el mito del mayor navío de línea de la historia.

Un equipo de ocho modelistas navales reprodujeron, pieza por pieza, esta embarcación gracias a la cooperación de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y la organización no gubernamental canadiense Amigos del Santísima Trinidad.
Así lo subrayó la víspera Antonio Quevedo, director del Museo del Castillo de la Real Fuerza durante la entrega oficial de la obra a esa institución.


 


El vicepresidente de la ONG norteña, Tom Kayser, subrayó el "tremendo esfuerzo de los artesanos, quienes regresaron la nave insignia de la Armada Española entre los siglos XVIII y XIX a esta ciudad.

La maqueta, a escala de 1:25, reproduce cada uno de los elementos originales de este buque, que llegó a portar unas 140 bocas de fuegos y fue el único de su tipo con cuatro puentes en cubierta.

El trabajo artesanal fue minucioso: el visitante puede apreciar cada departamento de la nave, desde el sollado -dividido en múltiples estancias: bodegas, santabárbara, dormitorios, despachos, salón de operaciones- hasta la arboladura, con su enramada de cabos y velas, envergadas en el palo mayor o el de mesana, el trinquete, el bauprés o en las cofas.

De proa a popa y de babor a estribor, no falta un solo elemento; por supuesto allí están también los hombres y mujeres de a bordo: los primeros oficiales, los marinos avezados empeñados en escalar los obenques, los grumetes atando cuerdas, mujeres y niños; pero también ganado vacuno, ovejas, gallinas, patos y hasta ratas.

El Santísima Trinidad, construido entre 1767 y 1769 en el Real Arsenal de La Habana, fue prácticamente una urbe flotante, pues su población superaba, por regla general, los mil tripulantes.

En aguas europeas lideró la flota real española y a menudo integró escuadras binacionales -junto a naos francesas- y tomó parte en varios ataques al acérrimo enemigo de la alianza familiar de los Borbones, casa regente tanto en Francia como en España: Inglaterra.

El fin del Santísima Trinidad llegaría en una de esas refriegas: ni siquiera apelando a los altos poderes evocados por su auspicioso nombre pudo salvarse de caer en manos inglesas en la celebérrima batalla marítima de Trafalgar, ganada por el no menos conocido Almirante Horatio Nelson.

Luego de anularlo, los británicos trataron de conservar el portentoso navío, pero una tempestad lo hizo zozobrar el 24 de octubre de 1805.

Sin embargo, durante la ceremonia de inauguración de esta reproducción habanera, la sinfonía Santísima Trinidad refutó este destino infausto.

Los aires marineros de la breve pieza musical, de alguna manera insólita, volvieron a hinchar, en el puerto de La Habana, los trapos míticos del mayor velero de guerra de todos los tiempos.

La obra, compuesta por F. Di Arta-Angeli, fue ejecutada por la Orquesta Sinfónica del Instituto Superior de Artes, adjunta al Lyceum Mozartiano de esta capital, bajo la dirección de Jorge Rotter, profesor de la Universidad Mozarteum de Salzburgo, Austria.

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