jueves, 26 de junio de 2014

Flamenco genuino con acento cubano


Desde que se abre el telón, la energía que emana de los danzantes posee una fuerza telúrica que llega al espectador como si las llamas de un fuego abrasador le transmitieran los sentimientos de una pareja que enfrenta la muerte y ella les separa. Mientras, de las cenizas de aquel sentimiento emerge, como erupción volcánica, una atracción que electriza a personajes y espectadores.

La calidez de la música de Manuel de Falla contribuye a este conjuro pasional, a partir del encendido color de El amor brujo, muy especialmente por La danza del fuego, cuyas llamas crepitan por arterias y venas de los protagonistas.

MOMENTOS CULMINANTES DE UN AMOR QUE EXORCIZA

El danzar llega a momentos de clímax, a través de los ritmos y palos del flamenco y asoman el tango y la taranta, mientras el martinete se manifiesta en pasos y adopta posturas que retan al espectro del primer novio y la sensualidad se apodera de la pareja. Esta, separada por recuerdos que desatan remordimientos y dolor, hace que los cuerpos parezcan llamear y las manos atestiguan, con su lenguaje expresivo, pesares e ilusiones, hasta alcanzar el momento culminante de lo poético de un amor que exorciza a los demonios de dudas y recelos.

Estas imágenes intentan atrapar el hechizo que emana de la escenificación de Aquel brujo amor, en su más reciente reestreno en la sala Avellaneda del Teatro Nacional, interpretado por primeras figuras y jóvenes valores. Ellos reflejaron en sus actuaciones el conflicto en su dicotomía de ensoñación y realidad.

Los jóvenes talentos que debutan en los protagónicos muestran seguridad en la ejecución dancística y logran los matices requeridos por la simbología flamenca, expresada en braceo y taconeo, en lo cual resaltó el talento de Rachel Escalona, toda una revelación en su debut; mientras, Ailién Puerto, con mayor dominio escénico y madurez artística, confirió un impactante dramatismo a Candela, que fue magistralmente interpretada por la primera bailarina Leslie Ung.

Marion Concepción logró perfilar con acierto a Carmelo, mientras Samuel Mayans interiorizó a José a cabalidad, en tanto Daniel Martínez perfiló en danza y actuación a este mismo personaje y realizó impecable labor de partenaire con Leslie Ung. Roilán Peña desplegó una labor impresionante como el Destino. El cuerpo de baile mostró unidad de acción y confirió especial lucimiento al espectáculo.

EMBRUJO DE UNA PASIÓN

Un diálogo esclarecedor con el director artístico y general del Ballet Español de Cuba, primer bailarín y coreógrafo Eduardo Veitía, resume intencionalidades en los códigos y recursos expresivos inmanentes al reestreno de Aquel brujo amor:

—¿Qué representa Aquel brujo amor para el Ballet Español de Cuba?

—Es una obra clásica, una de las más antiguas, de la danza española. Fue un reto para mí, como coreógrafo, y para la compañía, llevar a escena un título que había sido tan popular y había obtenido gran éxito en la mayoría de las compañías de este género.

“Fue protagonizado por Antonio Gades, Pilar López y Antonio. Nosotros lo estrenamos en 1996 y la coreografía más reciente es la de Antonio ‘El Pipa’, estrenada en el Festival Internacional de Ballet de La Habana”.

—¿Podrías referirte a la evolución de tu coreografía a través de los años?

—Todo comenzó a partir de un ballet pantomímico, pues así lo concebí inicialmente. Después me percaté de que su proyección escénica requería actuación, hasta que la teatralizamos y aplicamos a la danza elementos de la gestualidad propios del teatro. Así fuimos adicionando códigos del flamenco para subrayar la expresividad y reflejar a través de sus ritmos o palos las emociones y sentimientos que requerían las situaciones escénicas.

—Observo un cambio ostensible en la visualidad de la puesta, a partir de la escenografía y el diseño de luces, que han devenido elementos decisivos desde el punto de vista semiótico. ¿Qué podrías señalar al respecto?

—He incorporado las artes plásticas a la escenografía, al utilizar una obra de Salvador Dalí que le aporta al diseño una connotación surrealista, en el lugar donde se reúnen los gitanos. Este recurso también realza la atmósfera que rodea al espectro y las mutaciones de una escena a otra. Las luces, tamizadas por la transparencia de los telones, otorgan ese lirismo delirante que emana de la obra de Dalí.

Y en medio de esa atmósfera de ensoñación que impera en las creaciones de la compañía, ¿no te parece vislumbrar a un jorobado, con la Catedral de Notre Dame como telón de fondo?

No vislumbro, sino lo considero el próximo proyecto de la compañía. Una idea que va tomando forma, que surgió desde hace varios años, y aunque depende de un presupuesto, estamos haciendo todo lo posible para que deje de ser una utopía y llegue a escena, con un título que me reservo por el momento, siempre con nuestro lenguaje de flamenco genuino, con acento cubano.

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