jueves, 5 de junio de 2014

Sancti Spíritus: la ciudad que siempre renace

Entre la admirable construcción de sus primeros años y el devenir de ciudad encapsulada que le deparó la historia, Sancti Spíritus arriba a su medio milenio de vida envuelta en una vorágine reconstructiva que le devuelve la lozanía de antaño.


Desandar una ciudad de 500 años no es tan fácil como se dice. El tránsito por sus calles principales, algunas empedradas y otras —la mayoría— mutadas con asfalto tras el arribo de la modernidad, se vuelve un compromiso con la historia que los espirituanos han sabido sobrellevar con los años.

Quizás sea por esa rutina obligada que los habitantes de la cuarta villa ignoran su suerte; esa de admirar vitrales de medio punto o lucetas multicolores; ventanas de estilo francés de cuerpo y medio o entero custodiadas por rejas; el trazado peculiar de sus calles, apenas alterado desde que se concibieran; la majestuosidad de la Iglesia Parroquial Mayor, con sus mezcla de árabe y cristiana, típica de la Sevilla del siglo XVI.

Pero, lo que si no dudan los espirituanos es la existencia de algo diferente en la ciudad. Más allá de su linaje de villorio colonial, Sancti Spíritus emerge a quinientos años de su fundación, como el más apegado a la modernidad de los otros siete asentamientos iniciales. Este fenómeno, que la doctora Alicia García Santana justifica con la ubicación de la ciudad, provocó la construcción de lo nuevo sobre lo viejo. El resultado sería entonces el rico perfil de edades superpuestas en la arquitectura que rodea a Sancti Spíritus y que ha hecho que la propia especialista la catalogue como la más “medieval” de las poblaciones primitivas.

“Es posible que debido a su mediterránea localización, la villa quedara un tanto aislada del resto del país, y encerrada en su inmenso territorio tendió a aprovechar una y otra vez las estructuras arquitectónicas disponibles, dando lugar a la compleja estratigrafía constructiva que se advierte en sus edificaciones”, ha escrito García Santana.

Sin embargo, más allá de esa cápsula en la que se vio encerrada, la cuarta villa de Cuba alberga aún tradiciones que datan de su fundación y más de un tesoro resguardado por siglos.

QUINIENTOS AÑOS ATRÁS

La historia recoge los primeros asentamientos en la rivera del Tuinucú, en Pueblo Viejo, donde habitaba una población aborigen gobernada por el cacique Magón. Hasta allí llegaría el Adelantado Diego Velásquez en la Pascua del Pentecostés de 1514 para dejar fundada la que se llamó de Sancti Spíritus, como recogiera las memorias de Bartolomé de las Casas, invitado a la ocasión.

Desde muy temprano la joven Sancti Spíritus se vio envuelta en expediciones, como la de Fernández de Córdoba a Yucatán, en 1517, y la de Hernán Cortés contra el imperio de los aztecas, en 1518; así como en asaltos y saqueos que perturbarían a los pobladores por siglo y medio.

Pero la estancia a orillas del Tuinucú se tornaría aún más insostenible, según las versiones más folclóricas, por una invasión de hormigas que atacó a los ombligos de los niños. Entonces vendría en 1522 la mudanza dos leguas al oeste de su ubicación original, a orillas del Yayabo. Según el investigador y periodista Manuel Echevarria en el nuevo asentamiento “existía un paraje más rico de un gran cacicazgo donde la mano de obra se obtenía fácilmente”.

Entre las primeras acciones constructivas y en concordancia con las creencias cristianas que los regían, los colonizadores concibieron el trazado urbanístico a partir de la construcción de templos. Pero solo 60 años después, en 1680 quedaría concluida la Iglesia Parroquial Mayor,monumento arquitectónico más antiguo e importante de la cuarta villa. Diez años después estaría concluida también la Ermita de la Vera Cruz, simbólica construcción de la villa y considerada como “monumental para su época”, según Echevarria.

El progresivo desarrollo social de la villa devendría en la creación de la primera escuela en 1760 y obras sociales como los emblemáticos Puente y Yayabo en 1831, Teatro Principal en 1839 y el primer ferrocarril de la zona en 1864, logrando la interconexión entre la urbe y Tunas de Zaza. Estos avances hicieron que, luego de una azarosa espera, se le concediera a Sancti Spíritus el título de ciudad.

DE VUELTA AL 2014

Durante meses, el desvelo se volcó en los espirituanos, quienes realmente dudaron que la terminación del Parque Serafín Sánchez y las acciones de remozamiento en los alrededores del Centro Histórico, marcarían el renacer de la villa para los festejos en el medio siglo. Sin embargo, el empeño pudo más que las especulaciones. Aunque el proyecto estaba en ejecución desde hace 4 años, no fue hasta la semana pasada que la ciudad se sacudió por completo del letargo en que estuvo sumida.

El empedrado de calles y el remozamiento de plazas, así como de obras ya emblemáticas como el Puente Yayabo y la Iglesia Mayor son algunas de las ya ejecutadas de un proyecto que asciende a 60 millones de pesos y que incluyó más de 5 000 acciones constructivas.

A decir de Roberto Vitlloch, director de la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos, este aniversario “ha sido el detonador para que Sancti Spíritus siente las bases para rehabilitar la ciudad y dentro de ella, el Centro Histórico, su principal producto”. El arquitecto también reconoce que el trabajo ha sido duro, aunque insiste en “trabajar con calma, pero de manera constante. Lo cierto es que Sancti Spíritus se recupera y es esa la visión que se tiene de la otra mitad del milenio”.

Bajo la guía de Vitlloch y otros especialistas, las acciones abarcaron unos 4 000 inmuebles ubicados en 36 calles, con labores de conservación, resane, pintura y en algunos casos sustitución del perfil urbano y su arquitectura, además se mejoraron unos 400 edificios y 17 cuarterías y se suman unas 3 500 toneladas de asfalto vertidas en las principales calles espirituanas.

Otras obras, como el hostal Don Florencio, con categoría Cuatro Estrellas; el Centro de Ocio, primero en Cuba en abrir con estas condiciones arquitectónicas y de equipamiento; la taberna Yayabo a orillas del río, con una oferta especial de vinos; y la rehabilitación de la otrora Vallita, ahora transformada en la Casa de la Cerveza, devienen novedosas opciones para el turismo y la recreación en la Villa del Espíritu Santo.

TESOROS RESGUARDADOS

Celosamente guardados en medio de esta vorágine festiva, continúan admirando la ciudad desde la majestuosidad constructiva de otras épocas los verdaderos tesoros de la cuarta villa. Como si el paso de los años no resultara una amenaza, allí siguen casi intactos las “tres joyas de Sancti Spíritus”, como prefiere llamar Manuel Echevarria a la Parroquia Mayor, el Puente Yayabo y el Teatro Principal.

Según este periodista, para comprender los secretos de la villa hay que ahondar en estos simbólicos edificios: la Iglesia Mayor, decorada con un frontón más alto que ancho en su frente y las ventanas y puertas enmarcados todos con pilastras y cornisamentos representa el crecimiento y desarrollo de la urbe, de la que fue centro. La torre única tardó 80 años en ser edificada, lo que refleja “el tesón de los constructores de entonces” y las ansias de los lugareños por tener su propio templo, cuya construcción data de 1680.

El puente Yayabo, el más antiguo de Cuba, le concede a la villa la magia de las leyendas que rodean su construcción. Durante años, historias del folclor han atribuido su resistencia a la magia de un cemento especial traído desde la lejana Italia exclusivamente para su construcción, y las más exageradas especulan sobre que el mortero empleado se conformó a base de leche de cabra o sangre de toro. Lo cierto es que desde que se pusiera la primera piedra para su construcción en 1817, el viaducto se las ha agenciado para sobrellevar sobre sus cinco arcos el tránsito de la cuidad.

Fundado en 1839, el Teatro Principal ha presenciado desde entonces los sucesos culturales más importantes de la ciudad. La idea surgió de un grupo de parroquianos, amantes de las letras o las artes y habituados a improvisar tertulias nocturnas ante el viejo portón de una antigua farmacia de la calle Real. Así, sus presiones promovieron la empresa de la construcción, y que la Junta Municipal, creada al efecto, seleccionara los terrenos situados sobre la margen izquierda del Yayabo, justo donde hoy pervive al cabo de los años.

Así, entre el tesón y el florecimiento constructivo de familias adineradas, la ciudad conservó hasta hoy palacetes como la Casa de las Cien Puertas, actual Museo de Arte Colonial, y la Quinta de Santa Elena, en las márgenes del río Yayabo, y sede actual del proyecto sociocultural La Guayabera.

Pero, el devenir de la historia le permitiría a los espirituanos advertir a su paso estas y otras construcciones heredadas o resultado del acomodo paulatino de la urbe con la modernidad. Ese trazado inigualable, de ciudad entre colonial y moderna, es lo que realza a Sancti Spíritus; justo lo que determina que desandarla, exactamente al arribo de sus 500 años, sea más que un compromiso con la historia, un privilegio.








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