martes, 4 de marzo de 2014

Mirar al cielo con otros ojos (+Fotos)

Aunque “volver a mirar la Luna, las estrellas y Plutón”, pudiera parecer el estribillo de una canción de amor, se trata en realidad del  aliciente por el cual los trabajadores del Instituto de Ciencia y Tecnología de Materiales (IMRE) estuvieron trabajando por más de cinco años para culminar la rehabilitación del Observatorio Astronómico de la Universidad de La Habana (UH).
Con una cúpula giratoria nueva, todos los telescopios restaurados y un reloj antiguo marcando la hora, el edificio Felipe Poey de la Facultad de Matemática y Computación, uno de los cinco puntos más altos de la capital, brinda un nuevo espacio para las observaciones astronómicas a los universitarios y también a las escuelas de los alrededores.

“En diciembre del 2008, al llegar al sitio no creíamos posible la tarea: todos los útiles estaban en muy mal estado y el Observatorio era como un almacén; encontramos mesas, pizarras e instrumentos físicos en mal estado”, recordó el doctor Edwin Pedrero, presidente de la cátedra de Cultura Científica de la UH, durante la reinauguración del lugar, en agosto de 2013, “pero eso nunca nos detuvo, sabíamos lo que queríamos y con ese enfoque trabajamos todos”.

Los útiles del lugar y los instrumentos de observación hoy se ven como eran en un principio, pues según Osmel Cruzata, especialista del Laboratorio de Técnica Láser del IMRE y uno de los principales emprendedores del reto, todos los arreglos se hicieron respetando los modelos originales: “Para ello consultamos documentos y maquetas  de la época en que fueron adquiridos; estudiamos minuciosamente todos y cada uno de los objetos encontrados”.

“El resultado final fue sorprendente”, agregó Cruzata;  “nos encargamos hasta de los detalles mínimos. Faltan algunas cosas, pero ahora que contamos con apoyo externo podremos terminar”.

MUCHO TRABAJO,MUCHAS GANAS

Mónica de la Guardia Durán, especialista del IMRE y encargada de extensión universitaria, comentó que todos los trabajos fueron realizados por los especialistas del Laboratorio de Técnica Láser de la institución y hasta un local habilitaron para trasladar lo que se pudiera, pero otros arreglos tuvieron que hacerse en el mismo lugar.

“La cúpula, por ejemplo, que fue lo que más tiempo nos tomó, hubo que desmantelarla pieza a pieza, moldearla de nuevo y montarla; fue lo más difícil, pesa una tonelada y su situación era deprimente”, agregó de la Guardia Durán.

Cuando el observatorio dejó de funcionar, algunos implementos fueron retirados del local por aficionados que, cuando se enteraron de los trabajos restauradores, los devolvieron. En ese caso está el telescopio dorado, en poder de un entusiasta del grupo COSMOS, los últimos en realizar investigaciones desde el Observatorio.

El tiempo empleado para las labores fue de alrededor de 25 mil horas, a razón de cuatro diarias según sus cálculos, pues los emprendedores del desafío llevaban a la par las responsabilidades laborales con la restauración del recinto astronómico.

El costo total de la obra fue de más de mil CUC y más de cuatro mil  CUP, todo de los bolsillos de los trabajadores del IMRE, pues al no poder utilizarse como un centro investigativo fue imposible lograr el financiamiento de instituciones como el Instituto de Geofísica y Astronomía (IGA). Luego la UH brindó “un poco” de dinero para terminar la obra, a la cual le faltan aún elementos de carpintería, iluminación y electricidad, pero es utilizable tal y como está.

Tanto es así que desde septiembre, por el nuevo curso escolar, funciona como un círculo de interés para estudiantes de las escuelas aledañas y para los estudiantes universitarios que estén interesados en aprender sobre astronomía.

TELESCOPIOS, RELOJES, EL MUNDO

El Observatorio, ubicado en el tercer piso de la Facultad de Matemática y Computación, al estar tan cerca del mar y con tanta exposición al sol, es afectado por la contaminación visual, principal impedimento para las investigaciones, además de la antigüedad de los aparatos.

El telescopio principal, un Perkin Elmer del siglo XIX, exactamente del año 1849, tiene una potencia de 280 aumentos. Según comenta Mónica de la Guardia, desde él se puede ver gran parte de la galaxia, el Sol, los anillos de Saturno e incluso, con buena óptica, más allá del sistema solar, como algunas nebulosas y otras galaxias.

 “No es posible realizar comparaciones con los telescopios actuales, los cuales además de mayor zoom y calidad constructiva, están todos conectados a grandes máquinas computarizadas que controlan las observaciones y facilitan el trabajo de campo; algunos, incluso, en el espacio, velando las actividades de la Tierra las 24 horas”, explicó de la Guardia Durán.

“Muchas veces nos contentamos con ver las cosas en la computadora, en la Internet, y no pensamos en lo hermoso que sería experimentarlo por uno mismo; ese es el encanto del Observatorio, no es igual ver una imagen estática que observar con nuestro ojos lo que pasa en el cielo, cómo se mueven otros planetas, cómo es la realidad fuera de los ordenadores”, agregó Osmel Cruzata.

Otros objetos que se encuentran en el local son dos relojes, uno civil (que marca las 24 horas del día tal y como hacen todos) y otro sideral (en el cual el día es cuatro minutos más corto, pues calcula, además, la rotación de la tierra y su posicionamiento con las estrellas), ambos de péndulos, producidos específicamente para observatorios del siglo XIX. Los que se pueden ver en la UH tienen maquinaria alemana y luego de la restauración funcionan como al principio.

Cruzata explica que todavía no saben si fue obra de algún concienzudo, o pura casualidad, lo cierto es que los relojes fueron encontrados detrás de un mueble inmenso que los protegió todo el tiempo y por eso pudieron restaurarlos; “las piezas estaban intactas, solo hubo que limpiarlas y calibrarlas”.

Sin embargo, la tarea no está completa, pues la compuerta que permite seguir el meridiano que pasa por La Habana todavía está pendiente de restauración. “Ese es el punto por donde pasa la línea imaginaria que une el Polo Norte con el Sur; es curioso cómo en el mediodía podemos ver el Sol justo arriba de nosotros si pudiéramos”, explicó de la Guardia.

En el local existen, además, maquetas antiguas. Todas fueron igual de tratadas y ahora podrán ser mostradas en el aula que posee el Observatorio, pues la esencia del local es la enseñanza a los aficionados que todavía disfrutan de experiencias “distintas” para estos tiempos.

UN SIGLO DESPUÉS

La restauración del reloj que se encuentra en la torre del Edificio Poey, fue otro de los retos afrontados por los especialistas del IMRE, que fue posible, al decir de Cruzata, “por pura casualidad”.

“El espacio donde está el reloj no se ve desde afuera, pues el árbol plantado en el centro de la construcción imposibilita su visión. De tantas veces subir nos fijamos en una pequeña puerta y la curiosidad nos picó, luego decidimos arriesgarnos también con eso”.

Por las investigaciones realizadas y la inscripción en su placa se conoce que el reloj fue adquirido en el año 1913 y su importación estuvo a cargo de J. M. Sarraveitías, un comerciante europeo que lo introdujo en la Isla.

Todas sus piezas estaban intactas, pero no funcionaba por la falta de mantenimiento. “En tiempos extras durante tres meses lo reparamos completo y en un mes exactamente logramos ajustarlo”, dijo Cruzata.

“Los estudiantes de la Facultad de Matemática y Computación ni siquiera conocían que ese reloj existía”, agregó Mónica; fue muy bonito cuando sonaron las campanadas y todos buscaban de dónde salían; ahora es como un objeto de referencia y todos miran la hora y esperan los repiques. Es muy gratificante ver los rostros sorprendidos y la chispa de curiosidad que se despertó”.

RETOS, USOS, OBSERVACIONES

Actualmente el Observatorio Astronómico está en un limbo, pues no ha sido categorizado ni como museo ni como sala de investigación. Pertenece al laboratorio de física y su acceso es difícil, pues hay que pasar por dos salones de clases y no siempre se puede.

Mónica de la Guardia reveló que “el plan es hacer una entrada particular, con la ayuda de la Universidad de La Habana. Además, lo incorporamos al programa de Rutas y Andares en la UH, así podremos recaudar algo de dinero y emplearlo en sus futuras mejorías”.

Inicialmente será usado por los estudiantes de las secundarias más cercanas, con los cuales se piensa hacer círculos de interés sobre la astronomía en Cuba, de forma tal que puedan conocer sobre las investigaciones recientes realizadas en el país y observar algunos de los principales cuerpos celestes.

Los estudiantes universitarios interesados también podrán acceder, previa coordinación con Mónica de la Guardia, quien es la delegada para regular las visitas.

Para todos los involucrados en el proyecto, la mayor satisfacción luego de cinco años trabajo es que sea utilizado por los jóvenes como un espacio distinto de recreación, que les permita conocer experiencias más allá de un ordenador. Si esto se cumple, entonces el tiempo empleado no habrá sido en vano.



Momentos de los trabajos de reconstrucción, que duraron cinco años.  El arreglo del domo fue una de las obras más complejas. Alexander Isla Sáenz de Calahorra / Juventud Técnica


“Cuando entramos en el Observatorio en el año 2008, aquello era como un almacén, con mesas, pizarras e instrumentos amontonados, todos en mal estado”, narró el doctor Edwin Pedrero, presidente de la cátedra de Cultura Científica de la UH. En la imagen una muestra del desastre encontrado. 


Relojes de péndulo hechos para observatorios del siglo XIX, con maquinaria alemana. Alexander Isla Sáenz de Calahorra / Juventud Técnica.


La cúpula puede verse en los altos del edificio Felipe Poey, de la Facultad de Matemática y Computación, uno de los cinco puntos más altos de la capital. Alexander Isla Sáenz de Calahorra / Juventud Técnica.

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